Toallas por árboles en Villacañas
Entre las incontables convocatorias de prensa a las que he acudido durante el año que llevo trabajando como becario en Efeverde, pocas disfruto tanto como las salidas de campo. Se dice que el sitio del periodista no está en la redacción, sino en la calle, y el hábitat del periodista ambiental debería ser, en muchas ocasiones, el campo. Me maravilla conocer un tema pegado al terreno acompañado por gente interesante, en vez de pegado al teléfono en una redacción, y me cuesta llamarlo “trabajo”. No por nada lo llamaban el oficio más bonito del mundo, ¿no?
Me estreno como preasociado en los blogs de la asociación contando este rollo porque el martes pasado me tocó currar en Villacañas (Toledo), viendo flamencos y paseando a las orillas de uno de los humedales de la zona, la Laguna Larga. Aunque el objetivo de la excursión, a la que Accor invitó a los socios de APIA, no era ver flamencos, claro.
Fuimos en autobús con un alegre grupo de empleados del grupo hotelero Accor –me sentí transportado de vuelta a las excursiones del colegio- que iban a iniciar con una plantación un curioso proyecto que cambia toallas por árboles. Como suena: por cada cinco toallas que reutilicen los huéspedes de los hoteles, Accor plantará un árbol con el ahorro en lavandería.
El proyecto se llama “Plant for the Planet” y, a partir de este año, los árboles se plantarán en España, empezando por Villacañas, donde se plantarán 4.000 árboles en el entorno de la Laguna Larga, un humedal endorreico que se alimenta con agua de lluvia y la depuradora del pueblo. Allí lleva trabajando desde 1998, gracias a un proyecto Life+, la Fundación Global Nature, colaboradores en la iniciativa de Accor.
Ángeles Pontes, técnico de la Fundación, nos contó que por aquel entonces la laguna era el vertedero del pueblo. El estado del humedal era tan lamentable que, cuando empezaron la labor de sensibilización organizando excursiones para los colegios de Villacañas, los niños la conocían como “La Laguna de la Mierda”.
Pero el trabajo de la Fundación –con la instalación de un filtro verde en la depuradora que alimenta la laguna y múltiples limpiezas- ha dado sus frutos y parece increíble, al ver la laguna, que hasta hace muy poco tiempo fuese una escombrera. Aunque el objetivo de Global Nature era regenerar la vegetación endémica propia de las orillas de la laguna salada –principalmente una pequeña planta llamada limonio- todo el ecosistema se ha beneficiado, y el humedal ya acoge importantes concentraciones de aves como la pagaza piconegra, el porrón pardo, la canastera, la grulla o los flamencos que vimos el martes, pegados a la zona de plantación.
Y es que uno de los problemas que aún sufre la laguna, al igual que muchos otros humedales manchegos, es la falta de cobertura arbórea en sus alrededores: de hecho, en la Laguna Larga sólo sobrevive un solitario taray. Así que vendrán bien los tarays, junto con algunas encinas y coscojas, que plantaron los empleados voluntarios de Accor para inaugurar este proyecto de “Plant for the Planet”. Yo tengo que admitir que no pude contenerme y dejé la cámara por un rato para plantar un taray: espero pasar por allí dentro de unos años y ver que es sólo uno de los muchos que vuelven a custodiar la bella laguna manchega.