Un día de pajareo en El Porcal
Gracias a la invitación de Cementos Portland Valderrivas, los socios de APIA pudimos conocer sobre el terreno cómo una gravera de áridos se ha convertido en uno de los mejores humedales para aves acuáticas del Parque Regional del Sureste. Todo ello a un paso de Madrid capital.
Cuánto echábamos de menos un día de campo muchos socios de APIA. Los pronósticos daban lluvia, pero la mañana del pasado 22 de febrero se descolgó con un sol radiante. En menos de media hora desde que nos recogió en Atocha, el autobús estaba entrando por el portón de acceso a El Porcal, a la altura de la localidad de Rivas Vaciamadrid.
Esta finca de casi medio millar de hectáreas, en la margen izquierda del río Jarama, ha estado durante décadas dedicada a extraer arenas y gravas para alimentar una demanda que parecía insaciable para vivienda y obras públicas de Madrid capital y su entorno metropolitano. “En los buenos tiempos se sacaban aquí más de diez mil toneladas diarias de áridos”, recuerda Alfredo Contonente, el jefe de producción de Cementos Portland Valderrivas que nos recibe con un café en las oficinas de la empresa.
Con la llegada de los años de crisis, la producción de la gravera se paró. La que no se detuvo fue la naturaleza: carrizos y bosques de ribera siguieron creciendo a orillas de las lagunas artificiales que se habían creado allí donde las excavadoras profundizaron hasta “pinchar” el acuífero y permitir que el agua subterránea aflorase. Las aves acuáticas comenzaron a colonizar estos ambientes “naturalizados”. Hasta el punto de que hoy El Porcal es uno de los tesoros mejor guardados del Parque Regional del Sureste, muy cerca del punto donde confluyen los ríos Jarama y Manzanares.
En todo este proceso tuvo un protagonismo decisivo la asociación naturalista Naumanni, que desde los años setenta se dedicaba a estudiar y defender la biodiversidad del parque regional. Su presidente es Manuel Fernández, divulgador y productor audiovisual en temas de naturaleza, recientemente incorporado como socio a APIA. Manuel es nuestro guía ornitólogo en el recorrido que hacemos por la finca y gracias a él descubrimos los grupos de patos cucharas y fochas comunes que se mueven esa mañana en las lagunas de El Porcal o divisamos el vuelo rasante de algún aguilucho lagunero.
La legislación obliga a que el medio natural afectado por las explotaciones mineras (y una gravera lo es) sea restaurado. El grupo Naumanni vio en ello una oportunidad para hacer algo importante en beneficio de la ecología de la zona y propuso a Cementos Portland Valderrivas, propietario de El Porcal, asesorarle en la restauración. La empresa, sabedora de que las graveras están a menudo en la picota ecologista como destructores de los ecosistemas fluviales, vio que le convenía la idea y en 2001 se firmó un convenio de colaboración que sigue vigente.
Casi 200 especies de vertebrados
Durante el paseo, Manuel nos indica sobre el terreno alguna de las medidas ya realizadas: “Aquí hemos usado arenas y otros materiales sobrantes de las excavaciones para crear ambientes lagunares a medida, como por ejemplo islas interiores, frecuentadas por cormoranes, patos y gaviotas, allí diseminamos limos muy finos para formar playitas en las orillas, muy atractivas para las aves limícolas”. En un momento dado nos señala un talud que abrieron en lo que en su día fue una montaña artificial de sedimentos. “Con ello creamos un hábitat propicio para que nidificasen especies como el abejaruco o el avión zapador”, explica nuestro guía.
Hoy en día El Porcal está habitado por casi doscientas especies diferentes de vertebrados, en su mayoría aves, pero también mamíferos como el tejón y la nutria, anfibios como el sapo corredor o reptiles como el lagarto ocelado y el galápago leproso. La finca cuenta, además, con otras “perlas” naturales, como la mayor colonia reproductora de garza imperial de la Comunidad de Madrid o una de las poblaciones más importante que se conocen del escarabajo-avispa español (Plagionotus marcorum).
Con la visión de la cabeza estilizada de una garza real asomando entre el carrizo, que me recuerda por su nitidez a uno de esos pulcros grabados japoneses, despedimos esta agradable jornada ornitológica, con el deseo unánime entre los participantes de repetir salida al campo lo antes posible.
Agradecimiento: A Miguel Ángel Mondelo y Carmen Prieto, del departamento de comunicación de Cementos Portland Valderrivas, que nos acompañaron durante la jornada.