Proyecto Limes Platalea
Estudiar la fauna puede ser una vía revolucionaria para dar a conocer un territorio, explicar su historia humana y natural e implicar a la sociedad en su conocimiento y conservación. El objetivo perfecto para cuya consecución hacen falta mimbres de calidad. Al proyecto Limes Platalea no le faltan. Para empezar, la especie objeto de estudio, la espátula (Platalea leucorodia), dispone de los ingredientes necesarios: atractivo visual y misterios por resolver. Además, el área de trabajo, la Bahía de Cádiz y marismas del Odiel, es una olla de civilizaciones en donde se han cocinado a fuego lento fenicios, romanos, los míticos tartesos, los árabes y hasta las tropas de Napoléon. Su paso sucesivo es visible en distintos restos arquitectónicos, desde algunos de los cuales se llevan a cabo los censos de la migración del Estrecho. El tercer pilar del proyecto se asienta sobre la colaboración y la cooperación en distintos niveles. Por una parte la posibilidad de que cualquier persona interesada pueda convertirse en voluntaria para la elaboración de los censos en el paso migratorio. Por otro lado se establece un plan de cooperación con Marruecos a través del proyecto internacional Transhabitat, que busca unificar criterios de conservación en aquellas zonas de interés natural común ya que son frecuentadas por las mismas aves en distintos momentos del año. Es el caso de nuestra protagonista, la espátula, que cría en Andalucía y norte de Europa, y se va a África a pasar el invierno.
De la dirección del Limes-Platalea se encargan manos expertas: Javier Ruiz y Francisco Hortas son los dos coordinadores generales, adscritos a la Sociedad Gaditana de Historia Natural, entidad que ha puesto en marcha el proyecto. Cuentan con el apoyo técnico y científico de especialistas tanto de la Agencia de Medioambiente y Agua, como de la Consejería de Medioambiente y Ordenación del Territorio. Ambas dependientes de la Junta de Andalucía. Los socios de APIA que estuvimos en la Bahía de Cádiz el 20 de junio les debemos a todos ellos un agradecimiento especial por la invitación a conocer in situ el Proyecto y por la profesionalidad y pasión con las que nos contaron y mostraron todos los detalles.
La espátula (Platalea leucorodia), recibe su nombre común por la forma del pico, largo como el de una garza pero completamente plano y redondeado en la punta, lo que le concede un aspecto singular, e incluso chocante. Es un ave zancuda, amante de los terrenos pantanosos y marismas, de cuya migración aún queda mucho por conocer. Con los miembros del equipo tuvimos el privilegio de asistir a una jornada de anillamiento y marcaje de pollos en una de las colonias. Según nos explicaron, el marcaje pretende diferenciar a los pollos nacidos en la Bahía de los originarios del Odiel, pues una de las hipótesis de trabajo es que las colonias respetan un orden de salida en la migración. Es decir, que dispondrían de una cultura de la migración aprendida a través de generaciones. Algo que a ojos de un profano resulta sorprendente.
Con Javier Ruiz y Francisco Hortas también visitamos el corredor conocido como Playa de la Barrosa-Cabo Roche por donde pasa la totalidad del flujo migratorio de la vía atlántica este de Europa. Algo así como la versión ornitológica de los atascos de coches que vemos cada verano por televisión en el Puerto de Algeciras. Las espátulas, como otras aves, tienen que esperar a que las condiciones meteorológicas sean las propicias y entonces se lanzan a cruzar. Ese espectáculo aéreo, impresionante, de hasta dos mil espátulas juntas en varias horas, es contemplado inesperadamente por numerosos veraneantes que pasan un día de playa en la Barrosa. Muchos de ellos acaban interesándose y no es raro que terminen implicándose como voluntarios. Para ellos, los voluntarios, la organización del Proyecto reserva determinadas ventajas turísticas.
Además, los investigadores están empezando a obtener datos muy precisos del movimiento de la especie gracias a la colocación de radiotransmisores en algunos ejemplares.
Como broche a una intensa mañana, Javier y Francisco, junto a Antonio y Baldomero, técnicos de la Junta que se encargaron de toda la coordinación de nuestra visita, nos llevaron a la isla de Sancti Petri, en la que se levanta una fortificación del siglo XVII. De la mano de Patricia, guía de la isla, revivimos la emoción de pisar el mismo suelo que albergó el templo al dios Hércules Melkart , el más famoso de la Antigüedad. Bajo la atenta mirada de las gaviotas, imaginamos el sueño de poder que tuvo Julio César en la isla después de haber llorado sobre la tumba de Alejandro Magno. Y refugiándonos en una de las salas de piedra del sol cegador de la Costa de la Luz degustamos el más rico almuerzo que sólo puede proporcionar tal conjunto de sensaciones.
Para conocer más del proyecto y participar en él, entra en su blog: http://limesplatalea.blogspot.com.es
Imágenes: @txaverius